Por presión popular me veo obligada a escribir este post a corre-cuita (¿Cómo es en castellano? Amigos traductores, una ayudita). Se está extendiendo por la ciudad el rumor de que tengo novio. Tengo 10 minutos antes de mi próxima cita y lo pienso aclarar. Así que no esperéis la elaborada prosa que me caracteriza.
Ya he quedado con el chico de Gracia tres veces. La primera fue el jueves pasado para tomar unas birras informales después del trabajo. A la primera de cambio me soltó que tenía una hija, Jul (como mi amiga Jul), que nació hace ocho años el mismo día que yo. Después de unas bravas y un par de birras nos despedimos sin apenas rozarnos y yo con la típica sensación de no saber si me gusta.
Al día siguiente quedamos por mi barrio. Fuimos a ver la final de la Supercopa, compartimos una pizza y bebimos unas caipirinhas. Cuando salimos a fumar, nos besamos apasionadamente en la parada del autobús 10. Le invité a mi casa y no se fue hasta las siete de la tarde del día siguiente. Quienes me conocen saben que esto es un hecho insólito ya que yo no suelo alargar mis primeras citas. Me despierto por la mañana y salgo pitando.
En todo ese rato, aparte de liarnos, cocinamos juntos, hicimos una quiniela, él vio la Vuelta mientras yo dormía en su regazo e intentamos ducharnos juntos pero no cabíamos en la ducha.
Nos despedimos y volvimos a vernos ayer lunes, esta vez por su barrio. Vimos el fútbol, un clásico ya de nuestras citas, y fuimos a su casa. Su piso no me gustó nada, es rancio y no tiene nada de cuco, que es lo que yo esperaba de un padre de familia. Su nevera está llena de marcas blancas y tiene cosas de su hija por la casa.
Ahora hemos vuelto a quedar para ir a la playa. A partir de mañana tendrá a Jul unos días y esta incipiente historia de amor se verá truncada. A ver, no somos novios, pero un chico que te dice que tu pelo son fils d'or, que eres bonica y que te pareces a Renee Russo, tiene puntos de quedarse un tiempo por tu vida.