domingo, 19 de octubre de 2008

Hágalo usted mismo

Creo que mi piso está maldecido. Ya me lo dijo la hippie que me lo vendió. Me recomendó que lo purificara y que quitara los malos espíritus. Yo no le hice ni puto caso, pensaba que pintándolo de blanco y pasando un paño húmedo a las superficies ya era suficiente, y ahora me arrepiento.
Estos últimos meses me ha pasado de todo, como caerse un mueble que tenía colgado o estropearse la lavadora. Ahora tengo la esperanza de que se haya acabado el maleficio. De hecho llevo dos días pintando una pared, la del mueble que se cayó, y espero que esto sea lo último que tenga que hacer. Lo de pintar no es lo mío. Es en estos momentos cuando echo de menos a un hombre... bueno, y en otros también.
Puede que pronto esto de hacer yo sola el bricolaje se acabe. El miércoles me han preparado una cita a ciegas. Del hombre en cuestión sólo sé que es uruguayo y que tiene 28 años, vamos mi media naranja. Iremos de tapeo con Mik, su cuñada y artífice de todo esto, él y yo. Si te paras a pensar el plan está destinado al fracaso porque además Mik es el mismo que pretendía que me gustara un amigo suyo de lo peorcito, pero bueno, yo estoy muy ilusionada con el tema. Puede que incluso me vaya a comprar ropa para la ocasión.
En la foto, la pared que estoy pintando y su arriesgado color.

domingo, 12 de octubre de 2008

Yo iba de peregrina...

Ya hace unos días que he vuelto del Camino. Ha estado bien pero en mi Top 3 de tramos lo colocaría en el tercer puesto. Esto se debe a que nos ha acompañado uno de los pre-jubilados leridanos que conocimos el año pasado, al que pillé la manía esa ilógica mía desde el primer día.
Antes de partir yo ya no veía claro que nos acompañara un hombre de sesenta años, calvo y con un instinto paternal muy fuerte. Hubiera preferido a uno de treinta, melenudo y con otro tipo de instintos...
Pero bueno, como cada año el Camino me ha hecho bien. Once días caminando una media de siete horas diarias dan para pensar mucho y me he dado cuenta, al contrario de lo que creía, de que mi cabeza goza de buena salud. Al llegar a León hay un hospital psiquiátrico y cada año pasan por allí 500 peregrinos con problemas mentales. Yo pasé por delante sin inmutarme.
La vuelta a la ciudad ha sido dura y chocante. El trabajo, el estrés, los eventos sociales y los excesos han vuelto a mi vida en un abrir y cerrar de ojos y mi grácil y sincera sonrisa de peregrina se ha convertido en una mueca de hastío y cansancio.
En la foto, el hombre en cuestión y yo caminando por Palencia.