viernes, 21 de septiembre de 2007

Sunday blues

Como dice AB en su comentario, el domingo es un día triste para el soltero. Yo sería más concreta y diría que el domingo por la mañana es triste para el soltero.
Yo, gracias básicamente a la soltería de AB y a las comidas familiares en el pueblo, he procurado no quedarme demasiado sola un domingo. Pero este verano, debido a las vacaciones de AB y a mi inapetencia a coger el tren, un par de veces me he visto una mañana dominical sola...
Ya veo que algo raro pasa porque apuro al máximo mi estancia en la cama, síntoma claro de depresión. Al levantarme vago por el piso pasillo arriba y pasillo abajo semi-desnuda sin saber muy bien qué hacer, suerte que el piso es pequeño. Tengo resaca, no muy fuerte porque ya hace mucho que no pillo una borrachera de las grandes. La última es la de aquel día que me bebí varios tequilas y que después de vomitar ocho veces quería cortarme la cabeza o tirarme por la ventana. Yo misma, estando borrachísima como estaba, me asusté de estos pensamientos.
A lo que iba, pues después de deambular a la deriva, comienzo el día sin ningún tipo de previsión ni organización sobre todo en el tema gastronómico: como aceitunas y luego un yogur, me bebo una coca cola con galletas Digestive y al rato acabo con las sobras de la nevera. Luego me fumo un cigarro que me sienta fatal y veo la salida de las motos (algo totalmente inusual en mí). Voy al baño y descubro tengo el desarreglo intestinal típico de la resaca. Me miro al espejo y no me reconozco. Pongo lo Simpsons o algún DVD y dormito. Al despertar decido ducharme (cosa que tendría que haber hecho mucho antes) y buscar algún plan que arregle el día.
Dos domingos ya han seguido esta línea de hechos. Después del segundo me dije que esto no me volvería a pasar y de momento lo llevo bastante bien.
Este fin de semana, por ejemplo, con el Filete de visita y las fiestas de la Mercè, no voy a tener que sufrir una mañana de domingo en soledad. Todo sea por no tener que mezclar más aceitunas con yogur.

lunes, 10 de septiembre de 2007

Mi sueño

Desde hace ya años mi sueño es formar parte de un musical. Me encantaría estar bailando detrás de Nina en Mamma Mia o hacer piruetas con la silla en Cabaret. Haría playback, porque cantar no es lo mío, pero haría la coreografía como la que más. Tengo facilidad para las coreografías después de tantísimos años de aeróbic.
Para mí, la situación ideal sería que en la cola del súper de repente todos nos pusiéramos a cantar y bailar, pasándonos la lechuga y el pollo mientras bailamos cajera, clientes y seguratas al son de una melodía ligera.
En el trabajo me haría sumamente feliz una escena de este tipo, con jefes y becarios cantando y deslizándonos en nuestras sillas. Mis compañeros me dicen que tengo alma de cabaretera y es cierto.
Esto no va a pasar nunca, así que tengo que conformarme con momentos estelares que se acercan un poco. El sábado pasado, en un bar de Begur, pueblo emblemático de la costa brava, tuvo lugar uno de estos momentos memorables. Cuando entramos AB, Ade, nuestra amiga francesa y yo, el bar estaba muy tranquilo y parecía todo muy insulso y aburrido. Pero de repente algo mágico pasó y todo el mundo comenzó a bailar con desenfreno: gente subida a la barra, a los sofás e incluso a las paredes. Gritos de júbilo y exaltación de la amistad. Todo esto duró un cuarto de hora y yo no pude ser más feliz. Al acabar mi vida volvió a ser gris, pero que me quiten lo bailao.
Este fin de semana/puente está siendo más tranquilo y lo he dedicado a limpiar, a ir al gimnasio, a ir al Bingo y a aplicarme productos de Paquita Ors. El sábado, en el cumpleaños de Chia, conocí a un componente de mi lista "Tengo un amigo que...". El tal Rafa resultó ser realmente ideal para mí pero la timidez nos ganó y no se produjo ni un triste intercambio de móviles.